7 de octubre de 2009

Última hora

Lo reconozco, me encanta dejarlo todo para última hora. El gusanillo ese del estrés me pone las pilas, y es verdad que me ayuda a trabajar mejor. Pero también es verdad que corres el riesgo de no calcular bien los tiempos y que te pille el toro. Y yo tengo que asumir que el toro y yo nos vemos las caras con bastante frecuencia.

Porque algunas personas necesitamos trabajar bajo presión, si no, no rendimos al cien por cien. Pero claro, si surgen imprevistos que se suman al horario que tenías pillado por los pelos ... Soy una experta en hacerme horarios. Me pirra abrir el word, entretenerme con tablas, números y gráficos. Ordenar y priorizar y elaborar complejos métodos de trabajo para hacerlo todo dentro del plazo. Luego lo imprimo en brillantes colores y lo meto en un plástico, dejándolo encima de mi mesa bien a la vista. Está todo calculado para que el día X esté el trabajo terminado; es un complejo mapa que ni los gráficos de los bancos; y te deja poco margen. Muy poco margen. Tienes tan poco tiempo y tantas cosas que hacer que no puede surgir nada más. Ilusa, claro que surgirá, y no habrá hueco en tu brillante horario, y tendrás que apuntar con un feo rotulador negro las mil cosas que aparecen y cuando llegue el día X aquello no habrá por donde pillarlo.

Otra cosa que me encanta es calcular el tiempo que tardaré en hacer algo: Para estos gráficos necesito unas tres horas, o sea que si me pongo a las 5 antes de las 9 lo habré terminado y repasado. Aaaaainsss que no, que no. Que cuando te sientes en el ordenador probablemente tardes una hora en instalar la última versión del excel porque la tuya no funciona, otra hora en recordar como se hacían las tablas y los gráficos y otra hora más para colocar esos títulos que nadie sabe porque aparecen justo donde no deberían estar. Cuando hagas los primeros gráficos ya habrán pasado más de las 3 horas calculadas ...

Y sí, reconozco que con este proyecto estoy posponiendo la fecha de finalización indefinidamente, y que ya ha llegado a un punto en el que no veo el día de entrega. Estoy en un túnel publicitario y no veo la luz. Sé que tendría que ponerme las pilas y os juro que lo intento: he calculado los tiempos, hecho mil horarios y otros tantos esquemas de trabajo. Pero ya véis, ahora estoy aquí delante intentado posponer el momento en el que tenga que meterle mano de nuevo y darle el último empujón. Además, acabo de encontrar en la red un software de gestión de proyectos genial, y calculo que tardaré solo 40 minutos en instalarlo. O sea que si me pongo ahora...