2 de abril de 2013

Madrugón (I)

Hoy he hecho el titánico esfuerzo de levantarme temprano. A las nueve en punto de la mañana ya estaba café en mano. ¡Ohhhh! pensaréis algunos, ¡a las nueve de la mañana, a esas horas en las que algunos llevamos un buen rato en el mundo! (no sé si se detecta la ironía en vuestras palabras. Creo que sí). Pues os informo a todos aquellos que os atrevéis a considerar que las nueve no son ni mucho menos una hora escandalosa para madrugar, que para mi, lo es. Y para otros muchos que como yo se levantan y no tienen absolutamente nada qué hacer, más que sentarse frente al ordenador a recorrer portales de empleo, blogs de orientación profesional, hacer la cama, darle de comer a Pou y cosas por el estilo. 

A mi no me ha gustado nunca madrugar. Jamás de los jamases. Recuerdo ser pequeñita y despertar con una leve "piquiña" en la garganta y pensar: "¡¡Bieeeen, estoy malaaa, y puedo dormir un rato másss!!". Así de masoca soy con tal de dormir hasta tarde. Pero me levanto temprano con más o menos esfuerzo cuándo tengo algo que hacer. Y desde que todos en casa estamos en paro, hacer algo (lo que sea) se ha convertido en toda una aventura. Hay gente que me dice: "pero bueno, levántate, coge una rutina y así seguro que aunque solo sea por satisfacción personal, te vas a sentir mejor". Toma ya. Satisfacción personal. Sentirse bien. Y se quedan tan a gusto. Y con lo de la rutina ya ni os cuento ...

Es como lo del deporte. Mi padre está muy orgulloso de mi cuando voy al gimnasio o salgo a caminar algunos kilómetros. Siempre me dice: "Qué bien chiqui, ¿a qué te sientes muy bien después?".Y yo ya no se lo digo por no decepcionar al pobre hombre, que aún a mis 30 años de sedentarismo total se ilusiona cuando hago un movimiento más de lo normal. Pero me gustaría decirle "No papá, no me siento nada bien. Es más, después de las palizas en el gimnasio o del aburrido paseo de la tarde, me siento cansada, he sudado, me duele la espalda y solo pienso maldita la hora en la que pensé que mi cuerpo me lo agradecería, y no lo hace". Pero pobre padre, no se lo merece, y solo me río y cambio de tema (aunque creo que como mi padre es listo, a veces lo intuye). Así que sigo haciendo esfuerzos deportivos aunque no me reporten a corto plazo satisfacción de ningún tipo. Por si acaso. Menos el yoga. Ese no me lo toque nadie. Pero esa historia se merece una reflexión aparte. 

Ya se me fue el hilo. Cómo me liáis. Si es que tengo que explicaros todo desde el principio de los tiempos y claro, se me acaba el post y no puedo contaros a lo que venía. El caso es que a las nueve estaba ya en marcha y café en mano (volvemos al segundo renglón) y me he sentado a revisar correo, portales de empleo y facebook (facebook lo último, por supuesto). Y como desde el principio de los tiempos, he puesto de fondo a AnaRosa, que es una cosa de supermaruja a la que no pienso renunciar nunca. Y el karma, por portarme bien y levantarme temprano, hoy sí que me ha hecho un regalo. Qué digo un regalo, un regalazo ...

¿Pero sabéis qué pasa? Que las reglas de la escritura en internet me dicen que a estas alturas ya estaréis cansados de leerme y darle al scroll del ratón. Que probablemente hacer rato que hayáis perdido el interés y estéis pensando "la pesada esta como se enrolla y no nos cuenta nada". No os torturo más. Ya me callo. Pero tendréis que esperar a la segunda entrega de este post para saber qué es eso tan emocionante que me ha pasado esta mañana ...

...Continuará ...

PD. No me digáis que como escritora de intriga a lo Agatha Christie no tengo precio. 

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