Madredemividaydelamorhermoso ... si hace 3 días que me sentaba a escribir la entrada del día del libro y ahora veo que es del mes pasado y ¡¡qué han pasado más de 2 semanas!! Luego me quejo amargamente de que nadie me descubre para escribir como reputada y reconocida bloguera en revistas de prestigio. Claro, si el que tiene que descubrirme cuando se pase por aquí pensará que soy una inconstante y que no tengo el suficiente compromiso para escribir con cierta regularidad ... señor cazatalentos, no es que sea una inconstante, es que tengo mucho trabajo pero yo le prometo que si me contrata le tengo yo una entrada calentita todas las semanas, de verdad de la buena.
Y no será porque no tenga temas ni material con el que escribir. Llevo muchos meses para contaros algo que me pasó en un tanatorio y que resultó muy divertido. Sí, habéis leído bien, tanatorio y divertido en la misma frase. Bueno, divertido cuando lo cuento, en el momento no tanto. Son cosas que solo me pasan a mi, o a mi padre. Y en este caso, pues nos pasó a los dos, aunque el clímax de la aventura me lo comí yo solita.
Os sitúo. Tanatorio, pleno mes de julio. Un calor horrible. Y llega esa noticia que no te quieres creer pero que irremediablemente te lleva a estar cerca de los tuyos. Me quedo con mi abuela haciéndole compañía mientras que mi padre se vuelve al trabajo. Y aquí hago un inciso para explicar un detalle imprescindible para entender la aventura. Mi padre tiene un nombre especial, muy especial y muy... diferente. Digamos que mis abuelos estuvieron inspirados ese día y le pusieron el mismo nombre que tenía su padrino, que me dice el patriarca que eso era muy común por aquella época. Pongamos que mi padre se llama Ulises, porque no quiero desvelar su verdadero nombre, que luego las fans se revolucionan y me lo acosan. Ulises mola, igual que su nombre real. Algo así, diferente, con personalidad, de esos nombres que solo tiene él, su padrino y un alumno mío en esta nueva universidad que cada vez que lo llamo me hace una gracia ... porque parece que estoy llamando a mi padre y es un chico de 20 años con pendiente y coletilla ... bueno, que me voy del tema: Mi padre se llama Ulises por su padrino y nos volvemos al tanatorio con mi abuela y 50 grados a la sombra.
La siguiente fase de la aventura es que llega el hermano mayor de mi padre desaforaíto, que es una palabra que quiere decir que venía algo alterado, porque ha leído en las pantallas que se ha muerto Ulises García. Y yo que desconocía el origen del Ulises que me dio la vida, digo, ah, pues pobre hombre, pero claro en un tanatorio pues es lo más habitual que te pase si miras las pantallas ... Que no Clarita, que es el padrino de tu padre, que fíjate como es la vida que nosotros estamos aquí por otro familiar y nos encontramos con esto. Mi abuela que es una señora de lo más cumplida y educada que se acerca a ver a la viuda del Ulises original y se queda allí un ratito con ella. Pero como el desaforaíto seguía con el impacto de haber descubierto la noticia insitu y vino a contármelo 10 veces pues me sentí en la obligación de representar a mi padre de alguna manera, y mostrarle los respetos a la viuda, que yo como mi abuela a veces soy muy educada y cumplida (ella siempre, yo solo a veces). Lo que no sabía yo es que los hechos se iban a desarrollar así.
Otra punta del tanatorio, mismo calor, menos gente en la sala. Entro acompañada del relaciones públicas de la familia, yo toda comedida y él todo emocionado, y no se le ocurre otra cosa más que decir:
- ¡Ha venido la hija de Ulises!¡Esta es la hija de Ulises!
Y se hace el silencio absoluto. Y todo el mundo se queda blanco. Y yo me doy cuenta de que algún detalle se nos ha pasado. Ahora es cuando toca explicar que la viuda tenía alzheimer y no sabía dónde estaba, que las sobrinas no conocían la existencia de mi padre, y que a mi abuela no le dio tiempo de reaccionar. A estas alturas ya os habéis dado cuenta de que todo el mundo pensó que yo era la hija del Ulises de cuerpo presente. Y si no os habíais dado cuenta, pues ya os lo digo yo. Un señor de ochentaypico años con una hija treinteañera que se presenta allí a por su parte de la herencia ... de novela mexicana ...
Tras los 10 segundos más largos de mi vida, su sobrina logra preguntar con un hilo de voz: "¿Cómo la hija de Uliseeeees?" Con mucho énfasis en la e, y con tono como de haberse tragado un pollo. Es que imaginaros el panorama. Y yo, que a veces soy un poco pava, sin pollo pero con otro hilo de voz, le digo: "La hija de Ulises, pero del ahijado de Ulises, no de este, de otro ...".
Entonces les volvió a todos el color a la cara y mi abuela explicó la historia de porqué su hijo se llamaba como el difunto. Y todos rieron aliviados porque era una confusión. Y porque no me llevaba la herencia. Y yo respiré sin hiperventilar. Hubiera sido mejor explicarlo todo antes de que nadie irrumpiera diciendo que había llegado la hija de fulano difunto, pero claro, no hubiera sido tan divertido, ni una historia propia de Clarita y su padre, que se podía haber llamado Juan, pero le tocó llamarse como mi alumno, el que tiene coletilla y pendiente ...
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Esta entrada se la dedico a la que ese día perdió a su compañero de vida. Porque ella es el mejor ejemplo de que incluso en los peores escenarios tiene que haber sitio para la risa. Porque es la persona más positiva y fuerte que conozco y porque la quiero muchísimo y no se lo digo las veces que debería.