24 horas. Veis, ya estoy aquí. Nos habíamos quedado en que a Clarita se le acabaron las vacaciones, y lo que es peor, se acabó "marido en Méjico" y marido tuvo que volver a España ... pero aquí me seguían esperando muchas aventuras, y la primera con la que me encontré fue Ernesto. Que a mi personalmente es un nombre que no me gusta nada, es como de persona mayor ¿no os parece?. El caso es que con ese nombre se avecinaba un huracán camino del atlántico con toda la pinta de entrar por Cancún, y seguir sus pasos hasta Veracruz. Bingo, me iba a caer encima. La gente andaba preocupada porque los huracanes pues a su paso la lían un poco. Pero yo ¡estaba emocionada!¡mi primer huracán! A veces soy mala, lo sé. El caso es que como buena novelera, me leí todas y cada una de las recomendaciones de Protección Civil y de la Wikipedia, y me preparé para la llegada de Ernesto. Me fui al supermercado (no sabéis como domino ya el carrito y los pasillos, he encontrado hasta gel de baño) y compré comida, agua, latas, velas y chocolate para todo el fin de semana. Mi principal preocupación era no tener pilas suficientes. ¿Para qué? Pues no lo sé, pero en todas las guías-recomendaciones-como-enfrentar-un-huracán decían que era importante disponer de pilas. Supongo que para la radio. Tampoco tenía radio, así que imagino que las pilas hubieran valido de poco.
Y llegó el jueves. Y llegó Ernesto. Y yo, que no soy muy experta en temas meteorológicos, imagino que los huracanes van perdiendo fuerza a medida que entran a tierra, y cuando llegó aquí ya se había convertido en tormenta tropical. Y ¿qué significa eso? Pues como os digo, no soy experta en estos temas, pero tormenta tropical es menos fuerte que huracán. Y es agua. Mucha agua. Pero mucha mucha mucha agua. Como el diluvio universal. Como los dos meses que llevo aquí, multiplicado por tres. Qué decepción. Hubiera sido emocionante contaros que se fue la luz, que el aire tumbaba las palmeras o que tuve que sobrevivir 2 días comiendo latas y aislada del mundo. Nada de nada. Solo agua.
Únicamente, una de las últimas noche, en las que no dejaba de llover, algún mecanismo de la puerta de mi casa falló y el agua entró en el primer piso. Yo, que duermo en el piso de arriba, escuchaba demasiado cerca el caudal, y bajé a ver que pasaba. Me encontré a Ernesto entrando por la puerta, el primer piso inundado, y una babosa escalando la pared de la cocina. A las 4 de la mañana. No se cuál de las dos cosas me preocupaba más. El agua anegando el piso o la babosa campando a sus anchas en mi propiedad. Finalmente ganó el agua, la babosa fue al cubo de la basura y yo me fui a dormir, tranquila y segura de que eran muchos escalones para que Ernesto subiera a molestarme.
Y esa fue toda mi aventura con el huracán. Viene otro con la misma ruta para la próxima semana, y estamos sufriendo los efectos de una vaguada monzónica, que tampoco sé con exactitud lo que es, pero puedo deciros, sin mirar en la wikipedia, que es agua ... muuuucha agua ... Bienvenidos a Xalapa.
Y llegó el jueves. Y llegó Ernesto. Y yo, que no soy muy experta en temas meteorológicos, imagino que los huracanes van perdiendo fuerza a medida que entran a tierra, y cuando llegó aquí ya se había convertido en tormenta tropical. Y ¿qué significa eso? Pues como os digo, no soy experta en estos temas, pero tormenta tropical es menos fuerte que huracán. Y es agua. Mucha agua. Pero mucha mucha mucha agua. Como el diluvio universal. Como los dos meses que llevo aquí, multiplicado por tres. Qué decepción. Hubiera sido emocionante contaros que se fue la luz, que el aire tumbaba las palmeras o que tuve que sobrevivir 2 días comiendo latas y aislada del mundo. Nada de nada. Solo agua.
Únicamente, una de las últimas noche, en las que no dejaba de llover, algún mecanismo de la puerta de mi casa falló y el agua entró en el primer piso. Yo, que duermo en el piso de arriba, escuchaba demasiado cerca el caudal, y bajé a ver que pasaba. Me encontré a Ernesto entrando por la puerta, el primer piso inundado, y una babosa escalando la pared de la cocina. A las 4 de la mañana. No se cuál de las dos cosas me preocupaba más. El agua anegando el piso o la babosa campando a sus anchas en mi propiedad. Finalmente ganó el agua, la babosa fue al cubo de la basura y yo me fui a dormir, tranquila y segura de que eran muchos escalones para que Ernesto subiera a molestarme.
Y esa fue toda mi aventura con el huracán. Viene otro con la misma ruta para la próxima semana, y estamos sufriendo los efectos de una vaguada monzónica, que tampoco sé con exactitud lo que es, pero puedo deciros, sin mirar en la wikipedia, que es agua ... muuuucha agua ... Bienvenidos a Xalapa.
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