Me he comprado unos zapatos rojos. Planitos, muy cómodos, modernos y fresquitos. Y rojos. Son tan geniales que ya me está dando pena que no lleguen al verano que viene, con el trote que van a tener me temo que no conocerán ni septiembre. Y es que mis zapatos rojos son mágicos, como los de Dorothy. Y para que lo sepais Dorothy y yo crecimos juntas, ella fue a Oz y mi hermana y yo la acompañamos mil veces.
Era mayorcita cuando vi por primera vez la película, nuestro Mago de Oz estaba en un libro. De tapas duras y rojas, con muchos dibujos, que aún hoy conservo, y que tiene las páginas rotas de tanto leer. Mi Dorothy del libro era pelirroja y tenía unos zapatos rojos divinos y una gallina verde. Y los zapatos eran de tacón, con un gran lazo, por eso me gustaban tanto; apenas unos centímetros, pero para una niñas como nosotras aquello era un sueño. Me pasé la infancia leyendo el cuento, pasando las páginas e imaginando que yo iba con la pelirroja y la gallina. Y pidiéndole a mis padres unos zapatos rojos, de tacón, como los de Dorothy. Para poder vivir mil aventuras lejos de casa y luego chocar los talones y volver sana y salva: No hay lugar como el hogar.
Hoy, 20 años después, me he comprado unos zapatos rojos. Releo mi libro, y encuentro mil detalles que antes no ví, o que ya he olvidado. Mis zapatos rojos me han hecho viajar a los mejores momentos de mi infancia, por eso son mágicos. Me entran ganas de chocarlos y volver a nuestro cuarto compartido, a las peleas, a los juegos, a los libros y a las muñecas. Al pan con chocolate y los dibujos en la tele. A las tardes de verano tumbadas en nuestra manta. Tati, que los mejores años de nuestra vida los pasamos allí, y nosotras sin saberlo ...
Era mayorcita cuando vi por primera vez la película, nuestro Mago de Oz estaba en un libro. De tapas duras y rojas, con muchos dibujos, que aún hoy conservo, y que tiene las páginas rotas de tanto leer. Mi Dorothy del libro era pelirroja y tenía unos zapatos rojos divinos y una gallina verde. Y los zapatos eran de tacón, con un gran lazo, por eso me gustaban tanto; apenas unos centímetros, pero para una niñas como nosotras aquello era un sueño. Me pasé la infancia leyendo el cuento, pasando las páginas e imaginando que yo iba con la pelirroja y la gallina. Y pidiéndole a mis padres unos zapatos rojos, de tacón, como los de Dorothy. Para poder vivir mil aventuras lejos de casa y luego chocar los talones y volver sana y salva: No hay lugar como el hogar.
Hoy, 20 años después, me he comprado unos zapatos rojos. Releo mi libro, y encuentro mil detalles que antes no ví, o que ya he olvidado. Mis zapatos rojos me han hecho viajar a los mejores momentos de mi infancia, por eso son mágicos. Me entran ganas de chocarlos y volver a nuestro cuarto compartido, a las peleas, a los juegos, a los libros y a las muñecas. Al pan con chocolate y los dibujos en la tele. A las tardes de verano tumbadas en nuestra manta. Tati, que los mejores años de nuestra vida los pasamos allí, y nosotras sin saberlo ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario