Hace un ratito que he vuelto de usar el regalo que le hice a mi madre por su último cumpleaños. Y aunque de eso hace ya 4 meses, la matriarca está de vacaciones y esta tarde nos hemos encajado las dos, y una amiga suya de toda la vida, en los famosos baños árabes del centro de la ciudad.
Con el bañador en el bolso y media hora antes de la cita (nos han pedido que fuésemos puntuales y no hemos calculado bien) las tres maris hemos entrado. Yo, que soy muy buena hija, había incluido un masaje de media hora en el regalo, y les iba contando lo que nos íbamos a encontrar: un negrazo de dos metros, guapísimo, superdepilado y con el cuerpo brillante y untado de aceite, que iba a hacer las delicias de las mujeres allí presentes. Primero nos prepararía el baño y luego con esos brazos musculosos y una por una, nos quitaría las tensiones corporales. El problema es que yo me lo he creído y lo esperaba de verdad. Así que cuando un chico joven, blanco (y vestido) nos ha abierto la puerta, me he llevado la primera desilusión. Y cuando lo he mirado dos veces: "mamá, a mi este chico me suena" ... me he dado cuenta de que el susodicho había compartido clase con una servidora desde preescolar hasta 8º de EGB, o sea la mitad de mi vida escolar. Mal asunto.
Hemos estado a nuestras anchas, las tres solas: la piscina de agua templada nos ha encantado, la de agua fría despierta los sentidos y la caliente ... bueno, realmente la caliente quema, y me ha costado entrar, pero una vez dentro a madre e hija no había quien las moviera, hasta que he empezado a ver, a través de una niebla londinense, a mi madre un color raro, como color langosta y la apariencia de un garbanzo arrugado y la he obligado a salir.
Luego mi masajista: “me ha dicho la señora de antes que somos del mismo barrio. Sí sí es verdad, tú eres tal, yo cual, cuantos años. Pensé que no me reconocerías. No estaba segura ...” lo de siempre vaya. Y después de las presentaciones me ha untado de aceite y se ha puesto manos a la obra. Y claro, yo que esperaba a Míster Jamaica, pues me ha costado relajarme, porque seamos sinceros, que un chico con el que has compartido plastidecor, bollycaos y mocos en la infancia, te masajee todo el cuerpo y se de cuenta de cual es el lugar exacto al que no llego cuando me depilo las piernas pues le quita mucho glamour al asunto. Y si encima llevas la idea que yo llevaba (ilusa) pues mucho peor.
Y nada, aquí estoy, mucho más relajada y aún untada de aceite (que esto no se quita ni con las nanas). Se han quedado en el agua las tensiones de los últimos 5 años de mi vida, lo recomiendo fervorosamente. Eso sí, sin ideas preconcebidas, que luego pasa lo que pasa. No digáis que no os lo advertí.
Con el bañador en el bolso y media hora antes de la cita (nos han pedido que fuésemos puntuales y no hemos calculado bien) las tres maris hemos entrado. Yo, que soy muy buena hija, había incluido un masaje de media hora en el regalo, y les iba contando lo que nos íbamos a encontrar: un negrazo de dos metros, guapísimo, superdepilado y con el cuerpo brillante y untado de aceite, que iba a hacer las delicias de las mujeres allí presentes. Primero nos prepararía el baño y luego con esos brazos musculosos y una por una, nos quitaría las tensiones corporales. El problema es que yo me lo he creído y lo esperaba de verdad. Así que cuando un chico joven, blanco (y vestido) nos ha abierto la puerta, me he llevado la primera desilusión. Y cuando lo he mirado dos veces: "mamá, a mi este chico me suena" ... me he dado cuenta de que el susodicho había compartido clase con una servidora desde preescolar hasta 8º de EGB, o sea la mitad de mi vida escolar. Mal asunto.
Hemos estado a nuestras anchas, las tres solas: la piscina de agua templada nos ha encantado, la de agua fría despierta los sentidos y la caliente ... bueno, realmente la caliente quema, y me ha costado entrar, pero una vez dentro a madre e hija no había quien las moviera, hasta que he empezado a ver, a través de una niebla londinense, a mi madre un color raro, como color langosta y la apariencia de un garbanzo arrugado y la he obligado a salir.
Luego mi masajista: “me ha dicho la señora de antes que somos del mismo barrio. Sí sí es verdad, tú eres tal, yo cual, cuantos años. Pensé que no me reconocerías. No estaba segura ...” lo de siempre vaya. Y después de las presentaciones me ha untado de aceite y se ha puesto manos a la obra. Y claro, yo que esperaba a Míster Jamaica, pues me ha costado relajarme, porque seamos sinceros, que un chico con el que has compartido plastidecor, bollycaos y mocos en la infancia, te masajee todo el cuerpo y se de cuenta de cual es el lugar exacto al que no llego cuando me depilo las piernas pues le quita mucho glamour al asunto. Y si encima llevas la idea que yo llevaba (ilusa) pues mucho peor.
Y nada, aquí estoy, mucho más relajada y aún untada de aceite (que esto no se quita ni con las nanas). Se han quedado en el agua las tensiones de los últimos 5 años de mi vida, lo recomiendo fervorosamente. Eso sí, sin ideas preconcebidas, que luego pasa lo que pasa. No digáis que no os lo advertí.
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