No imagináis el estrés que arrastro estos días. Entre trabajo, proyecto, maleta, ultimar los detalles del viaje y gestiones varias no soy persona. Para los que aún no os habéis enterado: sí, nos vamos de vacaciones a Tenerife, el lunes sale nuestro avión. No es Punta Cana mojito en mano, pero se le parece mucho ¿no? y como yo voy a tener mi trocito del Caribe este verano (aunque sea en el Atlántico), mi futuro se compró la psp, que si alguno tenía que ceder, no iba a hacerlo el solo.
Explicaciones apartes, mil preparativos que hacer. La maleta, una sola para los dos, aunque con el tamaño que tiene no sé si nos dejarán embarcar … Ayer, toda la tarde de rebajas, en busca del bañador perfecto para mi novio, y algún pantaloncillo corto para lucir cacha. Pues nada, las rebajas este año son un poco caca. Eso sí, yo me traje dos pares de pantalones, unos zapatos divinos, un bañador con mucho glamour con pareo incluido y la adquisición estrella: un gorro blanco de ala ancha auténtico para ir a las Canarias y lucir divina. Claro, cuando me ve entrar en casa, llena de bolsas, y diciéndole que no había encontrado nada casi me da la risa …
A todo ello se suma que mañana me voy de fin de semana campero familiar. Que con todo lo que tengo que organizar, la gente me dice que lo posponga. Pero no lo haré, me niego a cancelarlo, aunque tenga que hacer malabares y dejarlo todo listo esta noche. Los fines de semana padre e hijas se organizan dos veces al año, una en Navidad (lo llamamos nuestra Navidad alternativa) y otro en verano. Consiste en pasar un mínimo de dos días en nuestro refugio particular, sin parejas, sin agobios, sin obligaciones y, si puede ser, sin estar colgados del móvil. Disfrutamos de la compañía mutua, nos relajamos y nos contamos nuestras cosas sin atropellarnos, hacemos excursiones y papá siempre nos prepara alguna delicatessen, sorpresita incluida. Por unos días al año nos olvidamos del resto del mundo y solo estamos nosotros, volvemos a ser las niñas pequeñas que se dejan mimar. Me encanta y estoy deseando que lleguen esos días para estar con mi hermana y mi padre. Los necesito como agua de mayo. Y es que cuando tienes una familia atípica, como la mía, en la que cada uno tiene hecha su vida, es muy importante buscar momentos para compartir, para estar juntos. A veces es complicado cuadrar las agendas, pero podemos presumir de que el tiempo que pasamos juntos es elegido y de calidad, eso os lo garantizo.
Y también que me voy a perder una pedida de mano de alta alcurnia, que en mi vida he asistido yo a un evento de este calibre y me encantaría ver como capotea el novio el momento. Sobre todo porque es sorpresa, y va a encontrarse de lleno con la fiesta (no, nos os preocupéis que no lee el blog, no hay peligro de que se entere por aquí). Quiero verle las caras a los futuros esposos y el pedrusco que lucirá la prometida esa noche, porque habrá pedrusco, lo intuyo. Voy a perderme un fiestón, lo sé. Pero la protagonista sabe que mis razones son indiscutibles, que los planes son inamovibles y que si mis amigos son importantes, a mi familia la necesito. Yo sé que ella lo entiende a la perfección, por eso es mi mejor amiga.
Ahora ando liada con la maleta, dejando la casa limpita para mi marcha y buscando las pilas para la cámara de fotos, que nunca, nunca, las encuentro a tiempo. Entre lavadora y plumero me siento un ratito para estar con vosotros. Y me doy cuenta de que el síndrome de la superwoman no me gusta nada, que eso de trabajar en lo tuyo, acarrear con la casa, el coche, el marido y los niños (yo de momento solo tengo gato), organizar las cosas del banco y hacer la compra, además de estar esplendorosa, divina y realizada no va para nada conmigo. Pero eso es un tema que debatiremos en el siguiente post, porque aunque me vaya unos días, Clara no cierra por vacaciones …
Explicaciones apartes, mil preparativos que hacer. La maleta, una sola para los dos, aunque con el tamaño que tiene no sé si nos dejarán embarcar … Ayer, toda la tarde de rebajas, en busca del bañador perfecto para mi novio, y algún pantaloncillo corto para lucir cacha. Pues nada, las rebajas este año son un poco caca. Eso sí, yo me traje dos pares de pantalones, unos zapatos divinos, un bañador con mucho glamour con pareo incluido y la adquisición estrella: un gorro blanco de ala ancha auténtico para ir a las Canarias y lucir divina. Claro, cuando me ve entrar en casa, llena de bolsas, y diciéndole que no había encontrado nada casi me da la risa …
A todo ello se suma que mañana me voy de fin de semana campero familiar. Que con todo lo que tengo que organizar, la gente me dice que lo posponga. Pero no lo haré, me niego a cancelarlo, aunque tenga que hacer malabares y dejarlo todo listo esta noche. Los fines de semana padre e hijas se organizan dos veces al año, una en Navidad (lo llamamos nuestra Navidad alternativa) y otro en verano. Consiste en pasar un mínimo de dos días en nuestro refugio particular, sin parejas, sin agobios, sin obligaciones y, si puede ser, sin estar colgados del móvil. Disfrutamos de la compañía mutua, nos relajamos y nos contamos nuestras cosas sin atropellarnos, hacemos excursiones y papá siempre nos prepara alguna delicatessen, sorpresita incluida. Por unos días al año nos olvidamos del resto del mundo y solo estamos nosotros, volvemos a ser las niñas pequeñas que se dejan mimar. Me encanta y estoy deseando que lleguen esos días para estar con mi hermana y mi padre. Los necesito como agua de mayo. Y es que cuando tienes una familia atípica, como la mía, en la que cada uno tiene hecha su vida, es muy importante buscar momentos para compartir, para estar juntos. A veces es complicado cuadrar las agendas, pero podemos presumir de que el tiempo que pasamos juntos es elegido y de calidad, eso os lo garantizo.
Y también que me voy a perder una pedida de mano de alta alcurnia, que en mi vida he asistido yo a un evento de este calibre y me encantaría ver como capotea el novio el momento. Sobre todo porque es sorpresa, y va a encontrarse de lleno con la fiesta (no, nos os preocupéis que no lee el blog, no hay peligro de que se entere por aquí). Quiero verle las caras a los futuros esposos y el pedrusco que lucirá la prometida esa noche, porque habrá pedrusco, lo intuyo. Voy a perderme un fiestón, lo sé. Pero la protagonista sabe que mis razones son indiscutibles, que los planes son inamovibles y que si mis amigos son importantes, a mi familia la necesito. Yo sé que ella lo entiende a la perfección, por eso es mi mejor amiga.
Ahora ando liada con la maleta, dejando la casa limpita para mi marcha y buscando las pilas para la cámara de fotos, que nunca, nunca, las encuentro a tiempo. Entre lavadora y plumero me siento un ratito para estar con vosotros. Y me doy cuenta de que el síndrome de la superwoman no me gusta nada, que eso de trabajar en lo tuyo, acarrear con la casa, el coche, el marido y los niños (yo de momento solo tengo gato), organizar las cosas del banco y hacer la compra, además de estar esplendorosa, divina y realizada no va para nada conmigo. Pero eso es un tema que debatiremos en el siguiente post, porque aunque me vaya unos días, Clara no cierra por vacaciones …
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