26 de junio de 2009

De teles y caribes

Definitivamente el Caribe ha quedado descartado y ha sido sustituido por una televisión de plasma más grande que el sillón en el que nos sentamos para verla. Pero fui a pedir presupuestos y todo ¿eh? no penséis que me rendí tan pronto. Llegué a casa con una selección de catálogos y precios bien escogidos: bungalows de lujo con jacuzzi al lado de la cama y 15 piscinas, a 20 metros de la playa, con privilegios de luna de miel. Y se los enseñé a mi futuro esposo, explicándole, punto por punto, condiciones, hoteles y fotos; vamos mejor que si fuera el mismísimo Curro, que lleva años repitiendo destino. Mi amado me escuchó, asintió, soltó alguna admiración y cuando vio el precio final me miró muy serio y me dijo: “Tenemos que ahorrar para la boda”. No me digáis que no es un argumento contundente, no supe con que rebatirle.

Pocos días después me entero de que Punta Cana, mi destino favorito, ¡NO ESTÁ EN EL CARIBE! Y lo pongo en mayúsculas porque me siento muy indignada con el sector turístico, me tenían engañada. Que resulta que las aguas en las que íbamos a bañarnos son del Atlántico ¡y a mi nadie me había dicho nada! Así que por ahí no paso, para bañarme en el Atlántico me voy al Algarve, que es el mismo océano y no me tengo que gastar un ojo de la cara.

Y como los hombres son así, a mi futuro se le olvidó enseguida lo de los ahorros. Y de la misma manera que llegué yo con las vacaciones, llegó él con los catálogos de televisiones gigantes y me los enseñó, explicándome, punto por punto, pulgadas, conexiones y píxeles. Y por un momento pensé en utilizar el mismo argumento que desterró mis catálogos al revistero del baño. Pero luego pensé que se ha pasado todo el año trabajando y que se merece tener algún que otro capricho, y a mi también me apetece tener una tele nueva. La cara que tiene desde que cedí, y lo bien que voy a ver yo todas las temporadas de Anatomía de Grey en el maratón de series con el que llenaré mi verano, me hacen estar segura de mi decisión.

O sea que mis vacaciones se resumen en campo, piscina y alguna breve escapada a la playa. Y a Ikea claro, porque necesitamos una mesa de tele nueva, que no sabéis lo que ocupa el mamotreto. El señor anda decidiéndose entre tipos de alta definición, preocupado por la calidad de la imagen y el modo de reproducción DVD. Últimamente solo habla con siglas: que si HD, que si Full no se qué... A mi todo eso me da igual, lo que realmente me preocupa ahora es como vamos a meter el muerto en el ascensor para subirlo a casa. Y que me va a tapar las vistas a los jardines. Y que se le va a antojar un home cinema que nos acabe de buscar la ruina con el vecindario. En fin, hay que ver las cosas a las que renunciamos por amor …

Estaba pensando yo ... Cuba sí que está en el Caribe … ¿no?

18 de junio de 2009

Feliz cumpleaños

Hoy es un día especial, cumples 23 primaveras. Toda una mujer. Aunque para mí siempre serás mi hermana pequeña y siempre estaré cuidando de ti.

Crecimos juntas, aprendimos juntas y cuando llegaron los malos momentos, juntas esperamos a que pasara la tormenta. Hemos compartido lo bueno, lo malo, lo mejor. Discutimos como solo las hermanas saben hacerlo, pero también tus abrazos tienen un sabor especial.

De ti he aprendido a ser más generosa, más desprendida, mejor persona. Admiro tu tesón, tus ganas, tu fuerza de voluntad. No hay nadie que tenga la capacidad de trabajo que tú tienes, tu disciplina, tu esfuerzo. No hay bache que se te ponga por delante, nunca lo saltas de golpe, las caídas no te gustan, porque duelen. Poco a poco, como una hormiguita lo vas rodeando, hasta que al final lo superas. Nunca, nunca te rindes. Es lo que más admiro de ti. Conseguirás lo que te propones y serás inmesamente feliz, lo sé.

Y cuando tengamos hijos espero que tengan la suerte de tener unos hermanos como nosotras lo somos. Que tengan la suerte que tenemos tú y yo. Porque no me imagino momento de mi vida en el que no estés a mi lado, ni acontecimiento que no comparta contigo. Gracias por ser extraordinaria.

Te quiero mucho hermana. Feliz Cumpleaños de nuevo.

14 de junio de 2009

La mirada de los cien metros

Viví una época en la que solo encontré baches y obstáculos. Una época en la que me resultaba difícil desempeñar mi trabajo, porque aquellos que deberían haberme ayudado me lo pusieron más difícil aún. Un tiempo que no pude disfrutar como me hubiera gustado y en el que me escondí de los demás, ocultando con vergüenza quién era, y porque estaba allí. Ahora, casi tres años más tarde, las cosas han cambiado mucho, y he aprendido que la vida no es fácil, pero que todo tiene su recompensa, aunque a veces no sepamos verlo o tarde en llegar.

Recuerdo como un día encontré encima de mi mesa un artículo que llevaba mi nombre. Se publicó en enero del 2007 en El Semanal y aunque está firmado por Arturo Pérez Reverte y dedicado (creo) a su hija, perfectamente aquel que mejor me conoce y lo dejó en mis manos, me lo podía haber escrito a mi. Me gustaría compartirlo con vosotros porque es de lo mejor que he leído.

“Todo el mérito es tuyo; tienes mi palabra de honor. Quizá el botín de tan larga campaña –y lo que te queda todavía– no sea lo dorado y brillante que uno espera cuando la inicia, a los doce o trece años, con los ojos fascinados de quien se dispone a la aventura. Pero es un botín, es tuyo, es lo que hay, y es, te lo aseguro, mucho más de lo que la mayor parte de quienes te rodean obtendrán en su miserable y satisfecha vida. Tú has abordado naves más allá de Orión, recuerda. Tienes la mirada de los cien metros, esa que siempre te hará diferente hasta el final. Fuiste, vas, irás, esos cien metros más lejos que los otros; y durante la carrera, hasta que suene el disparo que le ponga fin, habrás sido tú y habrás sido libre, en vez de quedarte de rodillas, cómoda y estúpida, aguardando. Ahora sabes que todo merece la pena. La larga travesía por ese mundo de méritos numéricos y ausencia de reconocimiento, donde te viste obligada a arrastrar contigo al niño de papá, al tonto del haba, al inútil carne de matadero, con tal de llevar a buen término el trabajo para el que te bastabas en solitario. Has crecido y sabes que las oportunidades no estaban en los otros, sino en ti. Que no había nada malo en aquella chica tímida que se llevaba libros a las horas libres de tutoría; que buscaba la mirada de los profesores inteligentes, no para hacerles la pelota, sino por sentirse cómplice y no estar sola. La jovencita que sobrecargaba la mochila con El guardián entre el centeno o El señor de los anillos, que en la excursión del cole a Madrid prefería ver el Planetario, el Prado o el Reina Sofía a dejarse la garganta en el parque de atracciones. Que se enfrentaba a la hostilidad de compañeros cretinos porque era la única que había leído las Sonatas de Valle-Inclán o sabía quién era Wilkie Collins. Ahora que miras hacia atrás con madurez, comprendes que cada vez que alguien ninguneó tu forma de ser, te insultó, te miró por encima del hombro, no hizo sino precipitar tu aprendizaje y tu lucidez. Tu certeza de ser mejor, más despierta y diferente. Mírate ahora. Qué lejos estás de tanto borrego y tanto buey. Entras en la edad adulta sin que nadie pueda imponerte una sonrisa falsa cuando el mundo y su estupidez, su envidia, su mezquindad, te hagan fruncir el ceño. Ahora tienes la certeza de que no te equivocaste, y de que la niña callada en el banco del fondo puede ser vengada por la mujer que hoy la recuerda. Sabes ya que puedes ser feliz a tu manera y no a la de otros, con tus libros, con tus películas, con tu familia, con esos amigos que no sabes cuánto tiempo van a durar y por eso aprecias tanto, con la mirada serena que ahora posas a tu alrededor, en la calle, en el trabajo, en la vida. En la muerte. Ahora sabes que la virtud, en el más hondo sentido de la palabra, está en ese aguante de tantos años, cuando cerca estuvieron de convertirte en otra. Comprendes al fin que los malos profesores son un accidente sin demasiada importancia, pues eres tú quien aprende; y la vida, incluso con sus insultos, con sus malvados, con sus tragedias, con sus reglas implacables, la que te enseña. Nadie dijo que fuera fácil. El otro día fuiste a ver Salvador y saliste del cine asombrada, llorando. No por la película, ni por la suerte del protagonista, sino por la certeza de que los ideales de aquel muchacho ya no tienen sentido, porque ninguno los sustituye ahora, porque la gente de tu edad se divide en dos grandes grupos: una minoría de analfabetos desorientados, pasto de demagogia barata en manos de políticos sin escrúpulos, y una masa inerte cuya única aspiración es salir en Gran Hermano o ponerse hasta arriba el sábado por la noche; jóvenes con garganta y sin nada que gritar, que se irían por la pata abajo puestos en la piel de Salvador Puig Antich, o a los que, viendo El crimen de Cuenca, la sola visión del garrote vil haría cerrar los ojos con escalofríos en la nuca. Pero tus lágrimas, amiga, demuestran que tienes razón. Que no te equivocaste al amar al conde de Montecristo y al Gabriel Araceli de Galdós, al buscar el secreto genial de un soneto de Borges o Quevedo, al transitar, jugándotela, por los senderos sin carteles luminosos en los pasillos oscuros de la Historia. Al hacer de cada esfuerzo, de cada miedo, de cada desengaño, de cada ilusión y de cada libro, un martillo con el que picar los muros espesos que te rodean. Y si algún día tienes hijos, intenta que sean como tú. Como esos tipos flacos de los que hablaba Julio César, a la manera de Casio: gente de dormir inquieto, peligrosa y viva. La que quita el sueño a los apoltronados y a los imbéciles.”
                                                                                     Arturo Pérez Reverte, enero 2007


Lo tengo arrugado de tanto leerlo, a veces incluso mojado por las lágrimas que no puedo evitar. Me sé de memoria las frases que reconozco como tuyas, y que me has repetido mil veces. Y no hay día difícil que no lo lleve encima o que no recuerde tus consejos, ni día que no acuda a ti cuando algo me inquieta, porque solo tú sabes que decirme en cada momento. Esas palabras que le pediste al escritor, y que con su permiso hiciste tuyas, no solo me ayudaron en aquel momento, todavía hoy las tengo presente. Qué suerte de tener un Reverte para mi sola. Te quiero mucho papá.

10 de junio de 2009

Cambio de estación

La semana pasada tocó limpieza general y cambio de armarios. Es algo que he heredado de mi madre y seguramente mi madre lo hiciera de mi abuela. Cuando llega el cambio de estación, los armarios se airean, la ropa se revisa, se guarda la que no toca y se saca la del año pasado. Es la tradición. Y no veáis qué coñazo. Estoy deseando ser rica y hacerme un vestidor como mi cocina de grande, y que luego pueda entrar en plan visita turística: a la derecha pueden contemplar la temporada otoño-invierno, a la izquierda primavera-verano y si se fijan bien, al fondo zapatos, botas y complementos. Que no tenga que hacer todo el procedimiento cada seis meses por dios. Montones de ropa en la cama, revisa, dobla, plancha, pruébatelo, te queda pequeño, está pasado de moda …

Y encima llueve, ya sé que no es el mejor día para guardar el paraguas y el abrigo. Pero es que mi armario se había convertido en una salvaje jungla en la que se mezclaban polares con mangas cortas y bufandas con bañadores. El estado de caos y desorden de mi armario me estaba desestabilizando emocionalmente, lo juro. Que una no puede levantarse por la mañana con las legañas puestas y al ir a elegir modelito veraniego toparse con las rebecas de lana … a esas horas madrugadoras todo debe estar claro, conjuntado y a mano.

Pues ya de paso he aprovechado para tirar todas esas cosas que tengo en el armario, que llevo años sin ponerme y que tienen polillas de tanto esperar. Y es que, que levante la mano aquel que nunca haya dicho, esto lo voy a guardar por si un día me lo pongo … o en cuanto pierda unos kilillos me quedará estupendo … si seguro que en cinco años se vuelve a llevar … Pues así tenía yo bufff, ni lo sé. Y os doy un consejo, si ese jersey verde lleva más de dos temporadas en el cajón y no te lo has puesto, no te lo vas a poner nunca más, os lo aseguro. He hecho el experimento miles de veces, y siempre con igual resultado. Así que he sacado más de dos bolsas de ropa (entre mi futuro y yo) que no me voy a poner más y que han dejado el armario de lo más colocadito, amplio y oliendo a lavanda que da gusto.

Y como no me parecía suficiente, y ya que estaba metida en faena, el espíritu de maruja me ha invadido y lo que ha empezado como una tarde de cambio de armarios, ha terminado con una limpieza general en toda regla: el baño, las habitaciones, el salón … y en la cocina me he parado, que eso se merece un capítulo aparte. Una semana entera me ha llevado dejar mi casa como los chorros del oro. Para que ahora se ponga a llover de nuevo y mis ventanas dejen de parecer transparentes (ains).

Y que conste que no es que me guste estar todo el día meneando el estropajo o la fregona, pero ahora todo se ve tan limpito y ordenado que da gusto. Ha merecido la pena el palizón … menos mal que el espíritu de la limpieza solo me posee un par de veces al año.

PD. Ya te dediqué una entrada a su debido tiempo, y hoy me reitero en la idea. Emocionada estoy con tu comunicado de esta mañana. Te deseo lo mejor en tu nueva vida, la que hoy empieza y en la que estoy segura de que serás muy afortunada. Feliz independencia.

8 de junio de 2009

Mis zapatos rojos

Me he comprado unos zapatos rojos. Planitos, muy cómodos, modernos y fresquitos. Y rojos. Son tan geniales que ya me está dando pena que no lleguen al verano que viene, con el trote que van a tener me temo que no conocerán ni septiembre. Y es que mis zapatos rojos son mágicos, como los de Dorothy. Y para que lo sepais Dorothy y yo crecimos juntas, ella fue a Oz y mi hermana y yo la acompañamos mil veces.

Era mayorcita cuando vi por primera vez la película, nuestro Mago de Oz estaba en un libro. De tapas duras y rojas, con muchos dibujos, que aún hoy conservo, y que tiene las páginas rotas de tanto leer. Mi Dorothy del libro era pelirroja y tenía unos zapatos rojos divinos y una gallina verde. Y los zapatos eran de tacón, con un gran lazo, por eso me gustaban tanto; apenas unos centímetros, pero para una niñas como nosotras aquello era un sueño. Me pasé la infancia leyendo el cuento, pasando las páginas e imaginando que yo iba con la pelirroja y la gallina. Y pidiéndole a mis padres unos zapatos rojos, de tacón, como los de Dorothy. Para poder vivir mil aventuras lejos de casa y luego chocar los talones y volver sana y salva: No hay lugar como el hogar.

Hoy, 20 años después, me he comprado unos zapatos rojos. Releo mi libro, y encuentro mil detalles que antes no ví, o que ya he olvidado. Mis zapatos rojos me han hecho viajar a los mejores momentos de mi infancia, por eso son mágicos. Me entran ganas de chocarlos y volver a nuestro cuarto compartido, a las peleas, a los juegos, a los libros y a las muñecas. Al pan con chocolate y los dibujos en la tele. A las tardes de verano tumbadas en nuestra manta. Tati, que los mejores años de nuestra vida los pasamos allí, y nosotras sin saberlo ...

7 de junio de 2009

Urbano y Encarni

Lo que a mi me pasa es surrealista. No tiene nombre. Resulta que cuando nos mudamos la última vez, Telefónica tuvo la genial idea de asignarnos un número que ya había utilizado otro titular. Hasta ahí normal, los números de bajas se vuelven a repartir porque no son infinitos. Pero es que a mi me ha tocado la lotería con este. Los anteriores titulares son un tal Urbano García y su mujer Encarnación Aceituno. Y se han dedicado a repartir su número a media población española, en una época en la que lo principal son los móviles y todos sabemos que el fijo de casa solo vale para tener internet.

No hay día que no llame alguien preguntando por el tal Urbano o la tal Encarnación. La tipa debe haberse apuntado a todas las promociones del mundo mundial y nos intentan vender de todo, y ya que la señora no está pues les atiendes y si cuela … Nos han llamado hasta veinte veces en un día, a la hora de la siesta un sábado, a las siete de la mañana un lunes (lo juro) … pero las mejores anécdotas son de los familiares. Imaginaros, mi futuro esposo haciendo la cena, yo tendiendo la lavadora (bucólica imagen de enamorados) y el teléfono que vuelve a sonar:

- ¡Encarni! ¡Dile a mi primo que se ponga anda!

- Disculpe, pero se ha equivocado.

- ¡¡Encarni!! ¡¡que se ponga tu marido joer!!

- Perdone, le digo que se ha equivocado, que aquí no vive ninguna Encarni ni ningún marido suyo …

- ¡Déjate de coñas hombre! y dile a mi primo que se ponga ya, que se que eres Encarni (avispado el tipo no me digáis, le faltó decir que me había reconocido la voz).

- Mira perdona, pero te vuelvo a decir que no soy Encarni, y que tu primo no está, pero mi novio está haciendo la cena, si quieres le digo que se ponga y hablas con él.

- ¡¡Mira la Encarni que cachonda!! ¡Dile a Urbano que se ponga joer, que tengo que hablar con él coñooooooo …


Y la conversación se prolongó durante cinco minutos más, hasta que el tipo se dio cuenta de que yo no era Encarni y que su primo no estaba en mi casa y me estaba tocando las narices. Pero le costó darse cuenta.

Otro día llegamos de la calle y me encontré con un mensaje en el contestador de 14 minutos y medio. Una madre del colegio de los niños de Urbano y Encarni llamó para hablar del disfraz del fin de curso. Y como Encarni no estaba, la buena mujer contó con todo lujo de detalles el proceso de creación de la diadema de mariquita que llevarían las niñas. Que si estaba esperando que la Encarni siguiera los pasos, me da a mi que la niña se presentó a la función sin diadema …

Y esta mañana la última. Que si está Urbano. Que se ha equivocado. Que no, que no, que si está Urbano García. Que sí, que aquí no vive ningún Urbano García. Silencio al otro lado… “No si yo ya sé que vosotros os habéis divorciado y que ahora no vive ahí, pero necesito localizar a Urbano”. Me ha dado la risa claro está. Y como he podido le he explicado al buen hombre la situación, que se estaba equivocando de verdad. Y yo pensé que lo había entendido, pero antes de colgar me ha dicho si yo podía facilitarle el teléfono de Urbano … sin comentarios.

Lo peor es que no hay solución, he llamado a Telefónica y no pueden hacer nada, desconecto el teléfono o lo silencio, alguna vez cuando han preguntado por Encarni he dicho que soy yo y me he tragado el rollo, a ver si se cansan. Pero nada, la gente sigue llamando y yo cada vez que cojo el teléfono ya se que no es para mí. Mi última esperanza es que alguno de los dos lea el blog, que los nombres no son ficticios, son totalmente reales, y se den por aludidos. Pero es una situación que ha pasado de anecdótica a surrealista. Y yo no puedo con ella. Pero es que si solo fuera eso …

Acaba de sonar el teléfono (otra vez). “Hola, ¿es el Hiperchollo?. No, se ha confundido. ¿No es el Hiperchollo? ¿Está segura? A ver, déjeme que mire desde la última vez que lo hice, por si acaso … no, estoy totalmente segura, esto no es el Hiperchollo, es mi casa. ¡Ah bueno! (voz muy ofendida) es que lo pone en la bolsa eh? …”.

Tercera vez en esta semana, y estamos a martes por la mañana, que llaman preguntando por la dichosa tienda … ¿qué he hecho yo para merecer esto?

4 de junio de 2009

El Karma

Según la santa wikipedia (sabia donde las haya), el karma es una energía invisible e inmensurable (como todas las energías) que se deriva de nuestros actos. De acuerdo con las leyes del karma, cada una de las sucesivas reencarnaciones quedaría condicionada por los actos realizados en vidas anteriores. Una amiga mía, sabia en estas cosas, lo simplifica: todo lo que va vuelve. Y yo realmente lo creo así. Durante muchos años me he esforzado en hacer las cosas todo lo bien que he podido y a la vista está que me lo ha devuelto. Pero a veces no todo sale como esperas y te entran ganas de ser mala, mala malísima. Pararos, respirar hondo (las amigas y su gabinete de crisis ayudan) y conectar el piloto del karma positivo, porque funciona, os aseguro que funciona, y antes de que termine el día el karma os habrá devuelto el fruto de las buenas acciones.